Si el Salmo 2 nos hablaba de una crisis mundial, el Salmo 3 se mete en la cocina de nuestra casa. Es personal, íntimo y duele. ¿Alguna vez has sentido que el mundo entero se te viene encima y que, para colmo, Dios parece estar en silencio?
1 ¡OH Jehová, cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos se levantan contra mí. 2 Muchos dicen de mi vida: No hay para él salud en Dios. (Selah.)
3 Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí: Mi gloria, y el que ensalza mi cabeza.
4 Con mi voz clamé á Jehová, Y él me respondió desde el monte de su santidad. (Selah.)
5 Yo me acosté, y dormí, Y desperté; porque Jehová me sostuvo.
6 No temeré de diez millares de pueblos, Que pusieren cerco contra mí.
7 Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío: Porque tú heriste á todos mis enemigos en la quijada; Los dientes de los malos quebrantaste.
8 De Jehová es la salud: Sobre tu pueblo será tu bendición. (Selah.)
Salmo 3 (Reina Valera 1909)
He estado estudiando este salmo, que David escribió en el peor momento de su vida: cuando su propio hijo, Absalón, lo traicionó para matarlo y quitarle el trono. David no estaba en un palacio; estaba huyendo, viejo y avergonzado. Y lo que escribió en ese momento es un manual de supervivencia espiritual para nuestras propias crisis.
Lo veo dividido en cuatro momentos clave que reflejan cómo pasamos del pánico a la paz.
1. El ataque del pánico y la mentira (vv. 1-2)
David empieza siendo brutalmente honesto: "¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis enemigos!".
La sensación es de asfixia. No es un problema, son "muchos". Pero me di cuenta de que el golpe más duro no era el político, sino el espiritual. La gente le decía: "No hay salvación para él en Dios".
Esto es lo que yo llamo el ataque del acusador. Es cuando tu mente te dice: "Esta vez sí la arruinaste. Dios te abandonó por lo que hiciste en el pasado. De esta no te saca nadie". Es la mentira más paralizante que existe.
2. El "PERO" que cambia la realidad (vv. 3-4)
Justo cuando parece que la desesperación gana, David mete un "frenazo" impresionante con una palabra clave: "Mas tú, Jehová...".
La realidad de sus enemigos era grande, pero la realidad de su Dios era mayor. Me encanta cómo describe a Dios aquí con tres imágenes poderosas:
- Escudo alrededor de mí: No es un escudo frontal. David estaba rodeado. Dios es una protección de 360 grados; te cubre la espalda cuando tú no puedes ver.
- El que levanta mi cabeza: Cuando David huía, iba llorando con la cabeza baja de vergüenza. Dios no solo te protege el cuerpo, también te devuelve la dignidad. Te levanta la barbilla para que mires hacia arriba, no al suelo.
3. La prueba de fuego: Dormir en la tormenta (vv. 5-6)
Esta es, para mí, la parte más sobrenatural del salmo:
"Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque Jehová me sustentaba."
Piénsalo. Estás en medio de una guerra civil, quieren matarte. La ansiedad debería tenerte con los ojos abiertos toda la noche. Pero David durmió. ¿Por qué? No porque la situación fuera segura, sino porque entendió que Dios lo sustentaba.
Dormir en medio de una crisis es el acto de fe más grande. Es decirle a Dios: "Sueltó el control, confío en que Tú haces guardia mientras yo descanso". Cuando confías así, ya no importan si son "diez millares" los problemas.
4. La conclusión final (vv. 7-8)
El salmo termina con un grito de guerra pidiendo a Dios que neutralice el mal (la imagen de romper los dientes es quitarle al enemigo el poder de hacer daño).
Pero la frase de cierre es una roca doctrinal inconmovible: "La salvación es de Jehová". No es de mi esfuerzo, no es de mi inteligencia, no es de mis contactos. La salida a tu crisis es propiedad exclusiva de Dios, y Él sabe cuándo y cómo entregarla.
